Bohemia: Entre castillos, puentes y balnerarios (Chequia).
- Manu Molina

- 20 oct
- 12 Min. de lectura
Llegué a Praga con la sensación de estar entrando en un cuento. Las luces reflejadas en el Moldava, las torres recortadas contra el cielo y el sonido de los tranvías me dieron la bienvenida a una de las ciudades más hermosas de Europa. Todo parecía tener un ritmo propio: pausado, elegante, con ese aire bohemio que hace que uno quiera quedarse un poco más.
Durante los días que pasé aquí, descubrí que Praga no se visita, se siente. Caminé por la Ciudad Vieja, crucé el Puente de Carlos, me perdí entre las sinagogas del Barrio Judío y subí hasta el Castillo, donde la historia parece seguir viva entre las piedras. En el Klementinum me quedé sin palabras: esa biblioteca barroca, bañada por la luz dorada del atardecer, fue uno de esos lugares que se quedan grabados para siempre.
Más allá de la capital, viví tres escapadas que completaron el viaje de una forma perfecta. En Český Krumlov caminé entre calles empedradas y casitas de colores, como si el tiempo se hubiera detenido. En Karlovy Vary respiré el vapor de sus fuentes termales y el aroma del bosque otoñal, mientras las hojas teñían la ciudad de dorado. Y en Pardubice, corazón del antiguo Reino de Bohemia, descubrí una ciudad tranquila, de fachadas elegantes y dulces perníky que perfuman el aire.
Cada día fue un pequeño juego: moverme en los tranvías clásicos, validar mi billete como un local, pedir una pivo (cerveza) con una sonrisa, y atreverme con mis primeras palabras en checo:
Ano (sí), Ne (no) y Díky (gracias).
Entendí entonces el significado del león bicéfalo, símbolo de Chequia: fuerza, orgullo y equilibrio entre tradición y modernidad. Este viaje fue eso: una mezcla de belleza, historia y sencillez, donde todo encaja con armonía.
Volví con el corazón lleno y la sensación de haber vivido algo auténtico. Porque viajar por Bohemia no es solo recorrer castillos, puentes y balnearios: es dejar que cada paso te conecte con la esencia de un país que sigue bailando al ritmo de su propio tiempo.

Itinerario del viaje por Chequia
Mier | 15-10-2025 - Día 1 | Alicante a Praga – Llegada y alojamiento
Jue | 16-10-2025 - Día 2 | Praga – Ciudad Vieja, Puente de Carlos y Barrio Judío
Vie | 17-10-2025 - Día 3 | Visita a Český Krumlov
Sab | 18-10-2025 - Día 4 | Visita a Karlovy Vary, la ciudad balneario
Dom | 19-10-2025 - Día 5 | Castillo de Praga y Klementinum
Lun | 20-10-2025 - Día 6 | Traslado a Pardubice y visita de la ciudad
Mar | 21-10-2025 - Día 7 | Regreso a Alicante. Fin del viaje
Itinerario de viaje
Día 1 | MIÉ | 15-10-2025 | Llegada a Praga, la ciudad de las cien torres
Comienza la aventura con la salida del vuelo desde Alicante rumbo a Praga, una de las capitales más bellas y evocadoras de Europa Central. Durante el trayecto, la ilusión por descubrir una ciudad llena de historia y misterio se mezcla con la calma de quien se prepara para un viaje especial.
La llegada al Aeropuerto Václav Havel está prevista al anochecer. Desde la ventanilla, las luces de la ciudad brillan sobre el Moldava, anticipando el encanto que me espera al recorrer sus calles al día siguiente. Un traslado privado me conduce hacia el hotel, atravesando avenidas iluminadas y panorámicas que insinúan la silueta del Castillo de Praga recortada sobre el horizonte.
Día 2 | JUE | 16-10-2025 | Praga – Ciudad Vieja, Puente de Carlos y Barrio Judío
Comienzo la jornada en la estación de metro de Malostranská, punto de inicio de la ruta guiada por Praga, ideal para adentrarme en el alma de esta ciudad de leyenda.
A pocos pasos descubro la provocadora escultura de las figuras orinando, una obra del artista David Černý que refleja el carácter creativo y provocador de los praguenses. Muy cerca se encuentra el canal Čertovka, conocido como la Venecia checa, un rincón encantador lleno de historia y magia. Su nombre hace referencia al diablo, y entre anécdotas descubro también la calle más estrecha de Praga, donde solo cabe una persona a la vez.
Sigo el recorrido hacia la Ciudad Vieja, caminando por calles y plazas que fueron escenario de la Primavera de Praga de 1968, cuando la ciudad protagonizó un histórico movimiento de resistencia pacífica. La siguiente parada es el Muro de Lennon, símbolo de libertad y expresión artística que continúa transformándose con los mensajes y dibujos de quienes lo visitan.
Desde allí avanzo hasta uno de los lugares más emblemáticos de la capital: el Puente de Carlos. Las esculturas barrocas que lo decoran parecen cobrar vida entre la neblina del Moldava. Frente a la figura de San Juan Nepomuceno, patrón de Bohemia, la tradición invita a detenerse y pedir un deseo.
Cruzo bajo la Torre del Puente de la Ciudad Vieja y sigo hasta el Klementinum, un majestuoso conjunto arquitectónico que alberga la Biblioteca Nacional, la Torre Astronómica y la Capilla de los Espejos. Durante el paseo paso por el Museo de Kafka, el Nuevo Ayuntamiento, antiguas cervecerías históricas y los restos de la muralla medieval.
Tras dos horas y media de recorrido, finalizo frente al pozo de agua de la Plaza Pequeña, con una visión completa de los rincones más emblemáticos y auténticos de Praga.
Llega el momento de hacer una pausa para almorzar en el Restaurace Pivnice Štupartská, una taberna tradicional situada junto a la Plaza de la Ciudad Vieja. Degusto un sabroso goulash checo con knedlíky, en un ambiente acogedor que refleja la esencia de la cocina local.
Por la tarde continúo descubriendo el patrimonio histórico y cultural de Praga con una visita por la Ciudad Vieja y el Barrio Judío, dos lugares que concentran siglos de historia y memoria.
Inicio el recorrido desde el corazón del casco antiguo, pasando por la Torre de la Pólvora, el Teatro Estatal y la Universidad Carolina, una de las más antiguas de Europa Central. Desde allí me adentro en el barrio de Josefov, el antiguo gueto judío, donde el silencio y la solemnidad contrastan con la vitalidad del centro histórico.
Visito la Sinagoga Española, de elegante estilo morisco; la Sinagoga Maisel y la Pinkas, cuyos muros recogen los nombres de las víctimas del Holocausto; y la Vieja-Nueva Sinagoga, una de las más antiguas en funcionamiento de Europa. El recorrido incluye también el Antiguo Cementerio Judío, un sobrecogedor espacio con miles de lápidas entrelazadas que testimonian la historia de esta comunidad.
Entre las calles de Josefov resuena la figura de Franz Kafka, cuya vida y obra reflejan la complejidad y el espíritu enigmático de la ciudad.
Día 3 | VIE | 17-10-2025 | Escapada a Český Krumlov
La jornada comienza con ilusión, rumbo a uno de esos lugares donde el tiempo parece haberse detenido. El trayecto desde Praga hacia el sur de Bohemia transcurre entre campos, bosques y pueblos que despiertan con el día, anticipando la magia que me espera.
Al llegar a Český Krumlov, me recibe un casco histórico declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, un auténtico museo al aire libre de calles adoquinadas, fachadas color pastel y balcones de madera. Cada rincón desprende historia y encanto.
Comienzo el recorrido en la Plaza del Ayuntamiento (Náměstí Svornosti), centro neurálgico del pueblo y punto ideal para apreciar la arquitectura renacentista que lo caracteriza. Muy cerca se alza la Iglesia de San Vito, un imponente templo gótico cuyos vitrales proyectan una luz casi mística sobre el interior

Cruzo después el Puente Lazebnický, desde donde la vista del río Moldava es pura poesía: sus aguas serpentean lentamente entre casas medievales y murallas que reflejan siglos de historia. Sigo ascendiendo hasta el Castillo de Český Krumlov, una joya arquitectónica que domina el paisaje desde lo alto. Recorro sus patios empedrados, los salones decorados con mobiliario de época y la torre, que ofrece una panorámica impresionante de la ciudad abrazada por el río. En los jardines del castillo hago una pausa, respirando la tranquilidad del entorno y contemplando cómo la naturaleza se funde con la piedra.
Para almorzar, me adentro en una de las callejuelas laterales y encuentro una taberna tradicional donde disfruto de un plato local. El ambiente rústico y acogedor refuerza esa sensación de viaje en el tiempo.
Por la tarde, dedico un rato a perderme sin rumbo, explorando rincones menos transitados que conservan la esencia del pasado. Llego al Puente Cloak Bridge (Plášťový most), uno de los miradores más bellos del pueblo, desde el que el castillo, el río y las casas se funden en una imagen que parece sacada de un cuento.
Antes de regresar a Praga, contemplo una vez más el perfil de Český Krumlov y pienso en lo vivido: un día lleno de historia, belleza y serenidad, en un lugar donde cada piedra parece guardar un secreto del pasado.
Día 4 | SAB | 18-10-2025 | Karlovy Vary, la ciudad de las aguas termales
La jornada me lleva hacia el oeste de Bohemia, a Karlovy Vary, una de las ciudades balneario más célebres de Europa. Fundada en el siglo XIV por el emperador Carlos IV, conserva el esplendor de la Belle Époque en cada rincón: fachadas color pastel, elegantes columnatas y un ambiente de serenidad que invita a caminar sin prisa.
Comienzo el recorrido por el centro histórico, donde las columnatas termales se alzan como templos del bienestar. La Columnata del Molino (Mlýnská kolonáda), con sus majestuosas columnas corintias, alberga varias fuentes de aguas minerales que los visitantes prueban con pequeñas copas de porcelana. A pocos pasos, la Columnata del Mercado (Tržní kolonáda), de madera blanca tallada, conserva un encanto más íntimo, mientras que la Columnata del Parque ofrece un entorno más verde y relajado.
El géiser Vřídlo, símbolo de la ciudad, brota con fuerza desde las entrañas de la tierra alcanzando más de doce metros de altura. Su vapor y sonido constante recuerdan que bajo la superficie sigue latiendo el corazón termal de Karlovy Vary.
Después de recorrer las fuentes y pasear junto al río Teplá, me adentro entre sus calles llenas de tiendas tradicionales, cafés y pastelerías. Entro en una boutique donde se elaboran los famosos vasos de cristal de Bohemia, y más adelante me dejo tentar por una oblea de Karlovy Vary (lázeňská oplatka) recién hecha, crujiente y dulce, perfecta para acompañar el paseo.
Decido subir hacia los bosques que rodean la ciudad, un sendero sereno que en otoño se transforma en un espectáculo de colores. Los tonos dorados, rojizos y ocres tapizan el suelo y envuelven el camino en una atmósfera mágica. El aire huele a hojas húmedas y pino, y cada paso entre la arboleda invita a detenerse y contemplar el paisaje. La senda conduce al mirador Diana, conocido también como Aida, desde donde se domina toda la ciudad. La vista desde la cima es sobrecogedora: el valle, el río serpenteante y las torres de los balnearios se funden en un mosaico de luz y color.
De regreso al centro, disfruto de los últimos momentos junto al río, observando cómo el sol otoñal se refleja sobre las fachadas neoclásicas y los puentes decorados con flores. La ciudad, refinada y apacible, deja una sensación de bienestar que va más allá de sus aguas termales: es una experiencia que reconforta el cuerpo y el alma.
Día 5 | DOM | 19-10-2025 | El Castillo de Praga y las alturas del Klementinum
La jornada comienza en Malostranské náměstí, una de las plazas más hermosas de la ciudad, punto de partida ideal para adentrarme en la historia y la majestuosidad del Castillo de Praga, considerado una de las fortalezas medievales más grandes del mundo.
A medida que subo por las calles empedradas, el perfil del castillo se impone sobre el horizonte, vigilando desde lo alto el curso del río Moldava. Al atravesar sus puertas, la sensación es la de entrar en otro tiempo: patios, torres y murallas que guardan siglos de coronaciones, intrigas y leyendas.
La primera parada es la Catedral de San Vito, joya del gótico europeo. Sus agujas se alzan hacia el cielo con una elegancia casi sobrenatural. Las vidrieras filtran la luz en una sinfonía de colores, mientras descubro que su construcción, iniciada en el siglo XIV, no se completó hasta 1929. Cada piedra parece contar una historia, uniendo pasado y presente en un mismo aliento.
Continúo el paseo hasta el Palacio Real de Praga, con su mezcla de estilos gótico y renacentista que refleja las sucesivas transformaciones del poder a lo largo de los siglos. Imaginar los banquetes, ceremonias y conspiraciones que tuvieron lugar entre sus muros resulta inevitable. Muy cerca se alza la Basílica de San Jorge, uno de los templos más antiguos de la ciudad. Sus muros rojizos contrastan con el cielo, y su fachada reconstruida tras el incendio de 1142 evoca el espíritu del Medievo en su forma más pura.
Antes de abandonar el recinto, me detengo en el mirador del Castillo, situado sobre los antiguos viñedos reales. Desde allí, la panorámica de Praga es sencillamente inolvidable: las cúpulas, los tejados anaranjados y el curso del Moldava se funden en una imagen que parece pintada al óleo.
Tras el recorrido, llega el momento de disfrutar de un merecido almuerzo en U Pivrnce Hradčany, una taberna tradicional checa con un ambiente auténtico y animado. Entre paredes decoradas con caricaturas y escenas locales, degusto un plato de svíčková —solomillo en salsa cremosa con panecillos—. Es un lugar sin pretensiones, pero lleno de carácter, donde se siente la vida cotidiana de la ciudad.
Por la tarde, continúo el recorrido cultural con la visita al Klementinum, un conjunto monumental que respira conocimiento y arte. En su interior descubro la Biblioteca Barroca, una de las más bellas del mundo, donde los frescos del techo y los antiguos globos terráqueos transmiten la esencia del saber universal. La Sala de los Espejos, elegante y luminosa, acoge desde hace siglos conciertos y recitales, reflejando la armonía entre música y arquitectura.
La visita culmina en la Torre Astronómica, desde cuya cima se obtiene una de las vistas más impresionantes de Praga. El atardecer tiñe de dorado las torres y los tejados, y mientras el sonido lejano de las campanas se mezcla con la brisa, siento que la ciudad entera respira historia, belleza y misterio.
Después del descenso, hago una pausa en el Café Louvre, uno de los locales más emblemáticos de la ciudad. Sus salones, frecuentados en su día por intelectuales como Franz Kafka y Albert Einstein, conservan el encanto de la vieja Europa. Entre el aroma del café y una porción de tarta casera, el tiempo parece detenerse.
Antes de regresar, aprovecho para acercarme a la escultura de la cabeza de Kafka, una impresionante obra cinética del artista David Černý. Las piezas metálicas que la componen giran lentamente, reflejando el movimiento perpetuo de la mente del escritor. Contemplarla al caer la tarde es como observar un diálogo entre arte, identidad y modernidad, el cierre perfecto para un día lleno de historia, cultura y reflexión.

Día 6 | LUN | 20-10-2025 | Pardubice, esencia checa entre historia y dulzura
La mañana transcurre tranquila en Praga antes de dirigirme a la estación Praha hl.n., donde me espera el tren rumbo a Pardubice. El trayecto atraviesa suaves paisajes rurales salpicados de campos y aldeas, reflejo de la calma bohemia que envuelve esta región.
Al llegar, la primera impresión es la de una ciudad acogedora y elegante, donde el ritmo parece detenerse. Pardubice conserva el encanto de las urbes pequeñas que combinan historia, arte y vida cotidiana. Su casco antiguo, perfectamente conservado, invita a recorrerlo sin mapa, dejándose guiar por las torres, los aromas y el murmullo de las terrazas.
Comienzo el paseo en la plaza Pernštýnské náměstí, corazón histórico de la ciudad. Las fachadas renacentistas, con sus esgrafiados blancos y grises, crean una atmósfera serena y fotogénica. En el centro destaca la Casa U Jonáše, una joya del siglo XVI adornada con relieves simbólicos, hoy sede de la Galería de Bohemia del Este. Muy cerca, la Torre Verde (Zelená brána) se eleva imponente: subir sus escalones regala una magnífica vista panorámica del casco antiguo y de los tejados de Pardubice.
Desde allí continúo hacia el Castillo de Pardubice, una elegante fortaleza renacentista rodeada por un foso y un frondoso parque. Su aspecto mezcla robustez medieval y delicadeza artística, reflejo del poder de la familia Pernštejn, que transformó la ciudad en un referente cultural del siglo XVI. En su interior se encuentra el Museo del Este de Bohemia, con exposiciones sobre historia local y arte gótico.
Tras el recorrido, aprovecho para pasear por las orillas del río Labe, donde la vegetación y el aire fresco invitan a detenerse un momento y disfrutar del silencio. En las calles cercanas descubro tiendas artesanas que venden los famosos perníky, los tradicionales dulces de jengibre que dan fama a la ciudad. Los hay decorados con motivos florales, en forma de corazón o con diseños típicos checos, ideales como recuerdo o regalo.
Más tarde, me dejo tentar por una terraza en el centro histórico para degustar un café acompañado de uno de estos dulces locales. El ambiente es relajado, casi familiar; los vecinos charlan mientras las campanas de la iglesia marcan el ritmo lento de la tarde.
El día concluye con la sensación de haber descubierto una Chequia más íntima y auténtica, donde el arte, la tradición y la vida cotidiana se entrelazan con naturalidad. El alojamiento en Pardubice ofrece el descanso perfecto tras una jornada serena y luminosa, envuelta en el dulce aroma del perník.
Día 7 | MAR | 21-10-2025 | Regreso a casa
Amanece en Pardubice con una luz suave que se cuela entre las ventanas. Tras el desayuno, llega el momento de preparar el equipaje y dirigirme hacia el aeropuerto de Pardubice, donde me espera el vuelo de regreso.
Mientras el tren o el traslado avanza hacia la terminal, contemplo por la ventanilla los últimos paisajes de Bohemia: campos cubiertos de rocío, casitas de tejados rojos y el aire fresco de la mañana que anuncia un nuevo día. Hay una serenidad especial en estos instantes previos a la despedida, como si el viaje me recordara que cada lugar deja una huella distinta.
El vuelo despega con puntualidad rumbo a Alicante. Desde la ventanilla, la silueta de Chequia se desvanece entre las nubes, llevándose consigo las imágenes de Praga, Karlovy Vary, Český Krumlov y Pardubice: ciudades de historia, arte y atmósferas únicas que permanecerán en la memoria.
Al aterrizar en Alicante, el calor mediterráneo da la bienvenida y marca el final de una aventura llena de contrastes, descubrimientos y momentos inolvidables. Termina el viaje, pero queda la sensación de haber recorrido un país que combina la elegancia de su pasado con la autenticidad de su presente.




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